En un relato
onírico y expresivo, el habitante de la escena que muestra esta pintura al
acrílico, es por igual reflexivo e interpelante. Su mirada busca en el interior
las respuestas a sus preguntas más ondas al tiempo que se propone interrogar al
espectador sobre las propias. No se trata de asuntos banales sino de aquellos
que se alojan en el inconsciente, moviendo a la mente y al cuerpo hacia las
pulsiones menos racionales.
El detalle
modulado de las formas del primer plano, buscan diálogo con el espacio vaporoso
del fondo en brumas, dónde se hace presente un espejismo de aquella naturaleza
animal que se aloja en todo humano. La paleta de ocres y azulados, con escasos
brillos rojizos trae a la mirada la atmósfera de ensoñación a la que se hace
referencia en el titulo.
Búfalo y bufón
conviven en el mismo mundo, el de los lugares insondables de la mente, donde no
hay guardianes ni reglas, porque aquel espacio intangible es inalcanzable para
las estructuras, normas y criterios que dominan el orden de la vida social y
cultural. Porque el interior, como el búfalo, siempre será salvaje aunque luzca
domesticado.