Expresiva e
intimista, la pintura presentada narra un mundo tan privado como común. A
primera vista, habla quizá de la soledad, pero también de las infinitas
posibilidades del devenir de la vida cuando una puerta se abre o se cierra.
El cuidado
volumétrico en la figura, da cuenta de la corporalidad de un ser en tránsito
por los sucesos de su historia, habitando los momentos, las horas. En la
atmósfera espacial, la paleta de verdes y naranjas crean un contraste con el
fondo de claroscuros negros y grisáceos, en planos recortados que dialogan con
dinamismo.
Se trata de un
instante congelado en el tiempo, en el que la noción de «final» no refiere
necesariamente a un estado dramático, sino a una oportunidad de apertura a
nuevas experiencias, tan inciertas como potenciales.