"Hombres
de piedra y mujeres de parafina" es una serie de 13 obras plásticas de gran formato que aborda la violencia de
género, y que quiero agrupar en una instalación “monumental”-de 4 metros de
lado por 6 metros de alto- en memoria a las víctimas de violencia machista.
Rostros de hombres enfurecidos con rasgos
profundamente tajantes y oscuros (realizados con incrustaciones de piedras) que escupen su bestialidad ante torsos escultóricos
de mujeres aterradas, dan cuenta de una obra realizada desde mis vísceras,
desde las manos que por fin lograron darle forma a la desesperación, la
impotencia y el desgarro que padecí
desde que a mis seis años un albañil invadió por la fuerza mi cuerpo púber. Con
el correr de los años, marcada por esa experiencia, entré en una relación
tóxica de la que pude salir con mucho esfuerzo y gracias a la militancia con
otras mujeres con quienes establecimos lazos sosoros, para ayudar y visibilizar la grave problemática
de violencia. Como parte de esa lucha nació esta colección de trabajos que
saqué con mucho dolor y con el que logré sanar todas las heridas.
Desde hacía años que tenía esto para contar, pero siempre resultó muy difícil hallar el
modo, las palabras pese a que soy -además de artista- periodista. Pero fue una
tarde agosto de 2018 cuando caí rendida a mis pies. Con el alma en las manos, a mis pies. Con un lloro
silencioso y permanente de toda una vida, a mis pies. Cansada, harta de reinventarme
risas sin alegría, de disimular y funcionar como todo el mundo. Como si la
violencia no hubiese atravesado mis días, no hubiese astillado mi cabeza, atascado mis
oídos, pateado el alma hasta el
cansancio, diaria y sistemáticamente. Y yo que cuando quise acordar estaba en
una telaraña. Aturdida. Agotada. Sin salida.
Esa tarde de agosto de 2018
estallé desde las manos. Entré a las calles desquiciada llena de rabia y arte. Me topé con una obra en construcción y un camión
que descargaba piedras. Agarré un puñado con cada mano apretando los
dientes. Pedí que me dieran algunas. Me
dejaron cargar bastantes en la cartera y en menos de dos horas compré clavos,
alambre, bastidores de maderas y una red de pescar rota y negra en un sucucho de
usados. Volví a casa con necesidad de apaciguar un lloro gutural ya incontenible.
Esa misma noche empecé y terminé una obra de 2 metros por un metro treinta -la
primera de la serie- y sentí que acababa de abrir una boca gigante con mi arte
en las manos. Sin tregua en tres meses en los que casi no dormí, terminé los trece
trabajos gigantes que hoy presento a este premio en la categoría instalación,
como un monumento para visibilizar la violencia hacia las mujeres y llevar a
una toma de conciencia por justicia. Siento que algo tengo que aportar con todo
esto ya que soy una afortunada por haber logrado sanar a través del arte.
A continuación un link del
proceso de obra e instalación que presento:
https://www.youtube.com/watch?v=UCzpIYuLorY