La obra de Yohy Suárez supone un vínculo estrecho con los imaginarios urbanos y el concepto de aura. La ciudad para él tiene un papel protagónico en tanto espacio de relaciones narrativas, pero el ser humano es el centro de la atención. Son las conductas, los gestos, las miradas, la base semántica de una suerte de danza. Deja así entredicho el valor del concepto “humanidad”. Desde el punto de vista técnico llama la atención que todos los recursos visuales están llamados a generar una imagen límpida, más no pulcra. El dibujo posee un carácter entre tormentoso y perverso; el color es inocuo y queda encubierto como sustancia, derrame, veladura, moho, fetidez; la arquitectura de las telas es totalmente abierta, como anuncio de una encumbrada infertilidad.