Material: Pigmentos vegetales y minerales orgánicos mezclados con acrílicos ecológicos sobre cartón ecológico
Después de
experimentar y superar una crisis personal y financiera, decido conectarme aún
más con la naturaleza, con esa bonita y única energía que posee el campo y
rodea todo lo ecológico, esa fuerza tangible e intangible que mueve el mundo
como los bosques y quebradas, esa divinidad inexplicable con la que todo es
creado de la aparente nada, esa energía microscópica a la que muchos llaman
milagro; percibiendo de esta manera con mayor sensibilidad y asombro la
inmensidad de nuestros recursos naturales y evidenciando con un poco más de
claridad la falta de conciencia ambiental a causa de tanta polución impasible
generada por “la desconexión del ser humano con la naturaleza, su codicia
desmedida y sobre todo su indiferencia colectiva”, pues casi todos quieren ir
de vacaciones donde abunda la naturaleza, pero nadie quiere asumir sus
responsabilidades medioambientales. Cómo su nombre lo indica, esta pintura no
es más que una pequeña muestra de "la desconexión que tenemos, de lo que
¡el corazón sabe y la mente no quiere ver".
El
objetivo de la obra es sensibilizar por medio de la pintura sobre el daño que
sufre el planeta y avivar el poder del arte como medio de sanación frente a una
desvaloración humana a causa de tanta contaminación.