Presento un conjunto de cinco piezas que son postales impúdicas y deliciosamente falsas de La Habana. Cada escena recreada tiene un origen imaginario y arqueológico. Es imposible hablar de veracidad en mi trabajo, pues considerado a lo histórico como un recurso de la imaginación popular. A la hora de construir estas escenas me apropio del paisaje citadino -para lo cual es sumamente importante la experiencia directa del espacio físico y las arquitecturas que lo conforman-, de los imaginarios urbanos que gravitan a su alrededor y de la fragancia humana que despide. Me interesa denunciar el carácter caótico, miserable y profanado de mi ciudad; con ello persigo revelar las malaventuras de la cultura cubana contemporánea. La Habana que ofrezco es una ciudad trashumante. Los seres que recreo han sufrido la marginación de la Historia. Los baños del Señor Carneado, la antigua plaza de la Ciénaga, el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional, la Plaza de San Francisco de Asís, el Café Vista Alegre; dibujan situaciones placenteras, marcadas por el ocio y la complacencia; son virtuosas y pintorescas. Ajenas al colorido tropical, a la voluptuosidad, a todo signo de grandilocuencia la recreo; como recuerdos dolorosos, como heridas punzantes de la memoria de una nación. Me interesa representar estos imaginarios con el lenguaje de la pintura porque es una manera de retardar al tiempo. Mis telas son monumentos anti conmemorativos.