Mi abuelo, Ernesto Oñate Sarabia, mi padre, Pepe Oñate Peñalver y mis tíos, Antonio y Paco, fueron sastres descendientes de sastres, apasionados por el trabajo bien hecho, exquisito y elegante. Trabajaban juntos como un equipo engranado, por y para la perfección de su trabajo.
Durante mi niñez pasaba mucho tiempo en la sastrería, jugando o simplemente estando allí, realmente me gustaba ese ambiente de trabajo y de satisfacción por los resultados, y aceptaba siempre de buen agrado cualquier trabajo que me encargaban y me sentí integrado en ese ambiente.
Todos ellos, mientras trabajaban y sin levantar cabeza, eran muy dados a la tertulia elocuente y por tanto al juego con las palabras. Y como digo, me sentí muy integrado.
En mi Cehegín natal, un pueblo antiguo, de gente noble y amable, todo el mundo se conocía. Las calles, prolongaciones de las casas, eran lugares donde correr y jugar; siempre había una aventura esperándonos.
Mi paso por la Escuela de Arquitectura de Valencia fue el segundo periodo de mi vida que determinó quien soy: las inquietudes, las motivaciones y los deseos por los que hoy vivo y disfruto.
En mi primer año de universidad, tuve la suerte de tener de profesor a Ramón de Soto, escultor y para mí un maestro extraordinario, en la asignatura Análisis de Formas, que ese curso y en mi grupo desarrolló un programa experimental sobre diseño conceptual. El amor por el diseño me caló hasta lo más profundo de mis deseos.
En mis nueve años de estancia en Valencia compartía pisos con otros estudiantes de la UPV, de ingeniería, arquitectura y bellas artes. El tiempo de ocio lo dedicaba principalmente a tres actividades:
-dejar volar la imaginación delante de un papel en diseños que fluían sobre cualquier tema que ese momento me inspirase.
-mirar libros de la editorial Taschen principalmente, que los coleccionaba de forma casi adictiva, junto con lecturas como “Arte e Ilusión” de Gombrich o “Idea” de Panofsky.
-dar un paseo con destino el IVAM a sumergirme en cualquier nueva exposición. Repetía las visitas cada semana cuando se trataba del Constructivismo o del Neoplasticismo, aunque tampoco me privaba con las Vanguardias.
Comencé como interiorista y diseñador hace más de 30 años, me apasiona imaginar, diseñar y crear nuevas formas de utilizar espacios y los elementos que los componen. Siempre hay algo que mejorar en lo siguiente, que va a hacerlo más interesante, que aparece desde otro punto de vista y lo convierte en nuevo y diferente.
Mis clientes casi nunca se enteraban de lo que realmente les daba con mi trabajo, porque mis diseños siempre son más que diseño formal. Siempre son contenedores de ideas, de vivencias y de emociones.
Mientras escudriño la geometría previa al diseño, me fascina esperar esa idea que me llega y desata el entusiasmo de materializar mis creaciones. Y en otras ocasiones esa inspiración precede al momento de sentarme frente al trabajo y éste consiste en dar un geométrico y armónico a esa idea loca.
En Septiembre de 2014 mi forma de pensar dio un giro de 180 grados: había llegado el momento de trabajar para mí, Comencé esta etapa en la que ahora estoy inmerso plenamente, el arte funcional. Al que también llamo usable.
Cuando la mirada la mantenemos en el horizonte, aunque caminemos
incesantemente, siempre nos parece poco lo andado.
Mi
obra comienza enmarcada globalmente en un leitmotiv, la mezcla y unión de
maderas, con el significado de la diversidad y la integración. Con el
convencimiento de que lo diferente es el principal atributo de la riqueza.
Ahora
también, dentro de ese mismo concepto de diversidad e integración, estoy
trabajando con madera acabada con lacas que me permiten, con unos colores muy
concretos, introducir en mi obra ideas sobre nuevos temas que me interesan y,
por supuesto, como una evolución del lenguaje.
Mis
obras abordan a la vez varios temas en distintos niveles.
Parto
de la premisa de que todo arte, por el hecho de ser arte es conceptual, como
condición necesaria pero no suficiente. La esencia del arte, no está ni en la
materialidad, ni en la idea, sino en lo inefable, que es en lo que radica la necesidad del arte.
El
arte, que es comunicación, por supuesto, alcanza su verdadero nivel cuando está
en el de la música, cuando trasciende la materialidad, como la música
trasciende la energía sonora, para alcanzar su realidad en un nivel superior,
en el que es el alma la que comunica y quien se alimenta.
Igual
que la música se usa para multitud de funciones, el arte plástico se utiliza
también en la materialización para usos complementarios al comunicativo.
Entonces el objeto artístico está en el nivel de su uso, en el nivel estético-comunicativo,
descriptible, y en un tercer nivel, inefable, donde la comunicación es directa
con el alma y en el instante presente del ahora.
Bajo
esas premisas pretendo que mis obras transmitan sentimientos acordes con nuevos
ideales de #conciencia, #humanidad y #diversidad; que sirvan para la
comprensión de que el camino hacia un mundo globalizado requiere que cada
persona lidere su propio juicio crítico y su responsabilidad de sí mismo y de
su realidad, y que contagien el amor de la unicidad.
-Ernesto Oñate